Que ver
Palacio de los Marqueses de Mondéjar
Este palacio del siglo XVII, pudo ser mandado construir por el Primer Señor de Corpa, Don Mateo Ibañez de Segovia. Inspirado en las soluciones formales de los palacios de la corte madrileña, la fachada tiene un sentido escenográfico de carácter urbano que marcó las dimensiones de la plaza. Se organiza en un cuerpo longitudinal central de dos alturas, cubierto con un tejado a dos aguas, delimitado en sus extremos por dos torreones de mayor altura cubiertos con tejados a cuatro aguas. La portada principal se enmarca entre dos columnas de orden toscano sobre las que apoya el entablamento del balcón principal del piso superior. Los huecos de las ventanas se disponen de forma simétrica en torno al eje central que marca la portada. Estos vanos, se recercan con piezas de cantería decoradas con sencillas molduras. En las torres se abren tres ventanas de igual factura, una por cada cuerpo. Los vanos inferiores, que se corresponden con el sótano donde se encontraban las bodegas, se cierran con sencillas rejas de forja; una de ellas, se desmontó cuando el palacio fue reconvertido en viviendas particulares y se habilitó una de las ventanas inferiores como puerta a la calle.
Todo el edificio se asienta en un potente zócalo de cantería que permite salvar el fuerte desnivel de la Calle del Agua. En este zócalo se abren unos pequeños huecos que permiten la iluminación de las bodegas, sin embargo, como ocurre en otros palacios de Madrid, el material principal es la mampostería en cajas entre machones y verdugadas de ladrillos. La parte posterior cuenta con un gran patio que albergaría en su momento las dependencias de servicio, aunque nos ha llegado la leyenda de ser lugar de paseo y reunión entre el señorío de la época, y contar con unas espectaculares fuentes. La fachada posterior del palacio tiene una factura mucho más tosca, aunque repite el mismo esquema simétrico y el mismo número de vanos que la principal.
Levantado el edificio, el señor de la villa y su comitiva de nobles fueron enviados a Perú. El Palacio fue terminado y en él se colocó el escudo de la familia de la Puente, que con toda probabilidad se encontraba colocado justo encima del pórtico principal, bajo la balconada, aunque en la historia más reciente se ha conocido detrás del portón principal, apoyado entre la pared y el suelo, fuera de la fachada principal. En él rezaba el lema de la familia de la Puente ‘Nos dieron la muerte por pasar La Puente.”
Llama la atención tener un edificio con tanto empaque en un municipio pequeño como el nuestro, pero el señor de Corpa tenía muy buenas relaciones con la corona y al ser dueño de la villa quiso hacer de ella un punto de referencia. Por esa misma razón, y comparando éste edificio con otros de la misma época, se concluye que encargó a Juan Gómez de Mora la dirección de la obra. Juan Gómez de Mora fue el arquitecto de moda para la corona y entre sus obras se encuentra por ejemplo la Plaza Mayor de Madrid.
Aparte del escudo labrado en piedra que se encontraba sobre el pórtico, existen referencias de que albergaba pinturas al óleo con retratos de la familia de la Puente. Entre otros erarios, contar que la bodega tenía en su interior tinajas de gran tamaño que tuvieron que ser incluidas antes de la finalización del edificio, puesto que de otra forma no hubiera sido posible introducirlas. Existen también relatos sobre unas columnas de media altura en la salida al jardín dónde había también unas monas esculpidas en piedra.
Después de su venta, el Palacio pasó a manos de particulares y su mantenimiento fue costoso y difícil de llevar a cabo. En los años 60, el edificio albergó un taller de confección y en los 80 el palacio pertenecía a 24 condueños. Solamente vivían dos familias una de ellas durante todo el año y otra que ocupaba su parte como segunda vivienda. Es en esa época cuando, debido al deterioro del edificio, se decidió enfoscar tapando la sillería y en definitiva, su aspecto original.
En la actualidad, el Palacio de los Marqueses de Mondéjar se está rehabilitando. Después de observar durante muchos años con tristeza como se hundía su cubierta, un particular lo adquirió, y poco a poco va restableciendo este espectacular edificio que forma parte de nuestro paisaje urbano y que es el orgullo de todos los corpeños.
Iglesia Santo Domingo de Silos
A comienzos del siglo XII se erigió en este lugar una modesta iglesia románica, en honor a Santo Domingo de Silos. Este templo cierra la plaza de la Constitución por el lado oriental. Se trata de un edificio sencillo, de una única nave con cuatro tramos, marcados por los arcos fajones de la bóveda de yesería de medio punto que cubre la nave y que recrea la bóveda barroca desaparecida, éstos se apoyan en pilastras adosadas a los muros. En el muro sur, dos arcos de medio punto albergan una pequeña capilla y la sala que da acceso a la torre. La entrada principal del templo se encuentra al sur y se cubre con un pórtico sostenido por cuatro pilastras de mampostería. La sacristía se sitúa junto al presbiterio y es un elemento rectangular muy sobrio, con una cubierta a tres aguas. Destaca la potente torre de mampostería que se levanta en el sur del templo, y unas cabezas labradas en piedra en las esquinas de la misma. En el interior una escalera de caracol que permite acceder al campanario, cuerpo que corresponde a una restauración posterior.
Su aspecto se mantuvo hasta mediados del siglo XVII. En ese momento tras la compra de la Villa y la llegada al pueblo de los Marqueses de Mondéjar el templo fue remodelado profundamente, ampliándose las naves y levantándose la torre cuya altura conocemos hoy. Las campanas fueron una réplica a menor escala de las existentes en la Catedral de Toledo, motivo por el cual algunos comenzaron a llamar a la Villa Toledillo.
En esta época el cementerio se encontraba en la parte trasera de la iglesia; en su interior tenía 8 altares: El Mayor, San Isidro, Nuestra Señora del Rosario, San Antonio, Santa Ana, San Nicolás, Nuestra Señora del Carmen y Nuestra Señora de la Agonía.
En la parte posterior tenía su coro, tenía órgano y gozaba de una capilla particular en su interior, la capilla de los Alarcón, cuyo escudo se mantiene aún en la nave actual. La procedencia de esta capilla podría venir porque el primer comprador de la Villa, el marqués de Salinas, Luis de Velasco y Alarcón, la consagra a la familia conquense por parte de madre.
Se dotó a la iglesia de imágenes y pinturas que han permanecido a lo largo de los tiempos, prácticamente hasta nuestra Guerra Civil. Una de las pinturas documentadas y de gran valor fue la del Cristo con la Cruz a cuestas, de Luis Morales El Divino, de la que hemos tenido referencias escritas hasta 1931 y que desaparece después de la Guerra Civil.
En 1889 se llevaron a cabo obras de restauración de la nave pues se encontraba su parte anterior agrietada y muy deteriorada. Tengamos en cuenta que entre otras cosas los Franceses expoliaron la iglesia en su ataque a Corpa y que sufrió robos importantes en la última parte de este siglo.
En esa situación la Iglesia se mantuvo hasta la Guerra Civil, tras la cual quedó muy deteriorada. Por ello tuvo que ser restaurada, disminuyendo el tamaño de su nave y recogiendo el coro posterior, hubo que rehacer también el pórtico de entrada.
Pósito
Este edificio que hoy en día pasa desapercibido, está ubicado en nuestra plaza desde el siglo XVI, y era un inmueble fundamental en otra época
Cerrando la plaza por el sur, y dando una breve descripción técnica, se trata de un edificio rectangular cubierto con una techumbre de madera a cuatro aguas de teja árabe. Construido sobre un zócalo de mampostería, material que se emplea también en sus muros, cajeada entre machos y verdugadas de ladrillo, y se utiliza sillería para reforzar sus esquinas. En su fachada principal se conserva la huella de un hueco formado por un arco de medio punto de ladrillo que se utilizaría para introducir el grano. Tres pequeños vanos situados en la parte alta de la fachada, tocando con el alero de madera de la cubierta, permitían la adecuada ventilación de las cámaras que almacenaban el cereal.
Para entender la funcionalidad de este edificio hay que trasladarse a la vida en la Edad Media. La alimentación en los pueblos de pequeña población es prácticamente autóctona, de agricultura y ganadería directa y basada en el trueque comarcal casi más que en la compra. En el ámbito de esa subsistencia las inclemencias del tiempo y las plagas hacen excesivamente vulnerable el asegurar el sustento a la población, amén del miedo de volver a vivir los problemas de escasez, e incluso hambrunas, que vivieron las ciudades castellanas desde el siglo XIV.
Es por esto, por lo que la corona de Castilla con los Reyes Católicos en 1480, muy preocupada por asegurar el sustento en los pueblos promulgó leyes que obligaban a tener edificios adecuados para la provisión de pan, abastos y mantenimientos esenciales para los ciudadanos. Los pósitos en su genuino carácter eran graneros, especialmente de trigo, con el objeto de abastecer al público vecinal, especialmente en las épocas de carestía y de prestar grano a los labradores, tanto para la siembra como para el consumo en los meses de mayor escasez, librándolos así de caer en las manos de la usura.
Los concejos municipales fueron los encargados de regir, custodiar y administrar estos organismos y sus importantes fondos. Por eso con frecuencia los Pósitos y Alhóndigas fueron albergados en dependencias municipales próximas o directamente lindantes con las Casas Consistoriales donde se reunían los miembros del concejo.
Por referencias averiguadas, en Corpa, como sucedió en otros municipios, es muy posible que el Pósito y la Alhóndiga (edificio habilitado para que los vendedores forasteros guardaran allí su cereal), compartieran el mismo edificio en la práctica.
Los pósitos llegaron a ser uno de los principales bienes de los que dispusieron los cabildos municipales, al cumplir también algunas funciones de crédito agrícola, debido a los préstamos que concedían a los campesinos. No es extraño, por tanto, que su administración estuviera perfectamente regulada, ya desde su fundación, y que los escribanos del concejo recogiesen en sus actas tanto los diversos movimientos de grano como los depósitos monetarios que eran custodiados en un arca de tres llaves, siempre presente en estos edificios.
Ermita del Santísimo Cristo de la Piedad
Hasta el siglo XVIII existen referencias de la Ermita de la Concepción, que más tarde cambió su nombre por el conocido en la actualidad, lo que no está documentado es que el emplazamiento de la ermita original sea el mismo que el actual. La ermita que conocemos fue construida en 1922 sustituyendo a la antigua del Cristo. Se destruyó en la Guerra, y fue reconstruida hace algunas décadas. Se trata de un edificio de planta rectangular de sillarejo y sillares, con tejado a dos aguas. Se encuentra situado en las inmediaciones del cementerio, rodeado de una verja y un pequeño espacio no construido delimitado por ésta.
En el interior se encuentra una talla del Santísimo Cristo de la Piedad, patrón de Corpa.
Unos días antes de la fiesta que por él se celebra, los vecinos se reúnen en una ceremonia religiosa que se realiza en el patio de la ermita, y a continuación, se hace la “bajada del Cristo” en procesión hasta la Iglesia, dando comienzo así las fiestas en su honor.
Fuente Grande
Es una de las fuentes más emblemáticas y hermosas de nuestro municipio. Consta de un gran frente de mampostería del que surgen tres caños que surten un gran arca rectangular. Construida por dos maestros canteros, posee una placa en la que se puede leer: "Construcción por Francisco y Vicente siendo alcalde Wenceslao García 1897". Ya en época moderna se añadió un gran pilón que se empleaba como lavadero y que se ubica a la derecha de la fuente.
Máximo exponente de nuestra identidad, quedando reflejada en nuestro escudo. Antiguamente las mujeres lavaban la ropa en su pilón, y el ganado bebía en su abrevadero, ya que era zona de descanso de la Cañada Real Segoviana.
Las aguas de Corpa siempre han captado la atención de ilustres siglos atrás. Del primero del que hay prueba, es Miguel de Cervantes, que hace alusión al agua corpeña en La ilustre fregona, de 1613. Rescatan los estudios también a un médico, Alfonso Limón Montero, que en 1697 firmaba y afirmaba que las del pueblo eran “unas aguas excelentes […] y aunque se beba de ellas cantidad, no embarazan, ni hinchan, antes defienden, y mueven orina y cámara (vientre)”.
Zona de encuentro de las mujeres que iban al lavadero, de vecinos que bajaban con cántaros a recoger sus frescas aguas cuando no había en las casas, y punto de reunión donde los chavales y chavalas pasaban allí sus tardes charlando y riendo.
Hoy sigue siendo lugar de encuentro de niños y mayores; también donde senderistas y ciclistas descansan y apaciguan su sed y calor con las frescas aguas que manan de sus caños; hoy, sigue atrayendo las miradas de cuantos nos visitan.
Fuente Pequeña
En textos del Siglo XVIII aparecen citas que avalan su existencia. Construida en piedra caliza, de aspecto rústico tiene un pequeño caño que vierte sus aguas en un pilón alargado y de éste, pasan a un abrevadero más amplio para que beba el ganado.